cuestionar al mensajero

El pasado 15 de febrero se publicaba en el diario El País un artículo de Gemma Rauret, directora de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA). En él pone de relieve los ataques indiscriminados que esta Agencia de Evaluación está recibiendo por el proceso de verificación de las nuevas enseñanzas oficiales. Proceso éste que deriva de la convergencia al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES).

Uno de los objetivos, quizás de los más positivos, que subyace de todo el proceso de Bolonia es, si no incrementar, sí garantizar la calidad de las enseñanzas de las universidades españolas. En este contexto tiene lógica entonces que para implantar una nueva titulación, o para adaptar una ya existente al EEES, se evalúe ésta por una entidad certificadora desde el mismo origen de la propuesta.

Sin embargo, el hombre es un animal de costumbres. Cualquier cambio respecto a lo que está acostumbrado a hacer le crea incertidumbre y de ésta a la inseguridad hay sólo un paso. Ante la inseguridad hay quiénes arremeten contra el mensajero. Quizás sólo sería necesario hacer un ejercicio de reflexión y pensar objetivamente cuáles son los cambios reales y el sentido que tienen. Quizás así se observaría que los cambios introducidos pueden tener un sentido que hasta se llegue a compartir. Pero la costumbre es fuerte y causa reticencias al cambio. Tantas que hace necesario que voces autorizadas se eleven para reclamar el cambio.

No es la verificación de las enseñanzas el único punto de críticas actuales en la universidad. Todo lo que suene a calidad es sistemáticamente criticado. Supongo que esto será común independientemente de la entidad en la que se esté implantando un sistema de calidad. Supongo que cuando una empresa privada quiere certificarse por alguno de los sellos de calidad, todo su sistema organizativo se ve afectado y sus miembros, de una u otra manera cuestionarán la efectividad del proceso. Supongo que los típicos comentarios de «tener que trabajar para la calidad», «dejar de trabajar para demostrar cómo trabajas», etc., serán comunes independientemente de si la entidad en la que se está implantando el sistema de calidad es pública o privada. Sin embargo, dudo que en las empresas privadas se muestren contrarios desde la misma dirección a la utilidad que tendrá el sistema de calidad. ¿Se gastarían las empresas privadas el dinero que se gastan en certificaciones de calidad si estos sistemas no les aportaran algún beneficio? Lo dudo.

Quizás el problema principal que está afectando a todo el proceso actual de cambio en la universidad española sea la falta de enfoque que debería guiar dicho proceso. Quizás lo mejor sería aprovechar las oportunidades que todo este proceso está creando para evolucionar el modelo de universidad. Quizás para ello bastaría con que se reflexionara sobre los beneficios que estos cambios pueden aportar y fuese ése el enfoque que guiara todo el proceso.

Foto: chausinho en Flickr

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